jueves, 19 de enero de 2012

VENDETTA ROSSO

Nueva York, 1928

Eran las nueve y media de la noche, me encontraba en el mismo sitio al que voy cada noche cuando los problemas de cualquier índole me acosaban: el Club San Genaro en Mulberry St.; Toni, el dueño, me conoce desde hace bastantes años, y sabe que cuando me siento en mi esquina y pido solo un whisky doble algo no va bien…

-ma, ¿che cosa sucede Giorgio?
-piu cosa, Toni…

-¿alguna damisela te ha puesto en apuros otra vez? ¿por eso tienes a mi pianista repitiendo esa melodía una y otra vez?
-no, Toni, esta vez no es por una mujer, lo prometo… es por mi primo Enrico, lo mataron ayer noche.
-¡Porca miseria! ¿Quién fue el malnacido? Lo siento mucho, deja que te ofrezca otra ronda.. pero cuidado, si viene el Inspector Chalmers oculta esa copa, la Ley Seca me está dejando más problemas que billetes… Cuéntame qué pasó.
-Fuimos a hacer un trabajito al local de los Tattaglia, ese nuevo en el que traen chicas. Una de las chicas era de quien estaba enamorado mi primo Enrico, iba a pedirle la mano la semana próxima. Llevábamos una semana planeando el golpe, todo estaba cuidado hasta el último detalle, pero el día que íbamos a hacerlo cambiaron de guardia en la puerta, y esa era nuestra baza principal para colarnos en el local: al otro le habíamos untado bien con unos papelitos…
-Espera, espera.. ¿te refieres a Giovanni? ¿ese grandullón de nariz de zanahoria floja?
-Sí, es un buen tipo, amigable, y fácil de untar… no debería habernos dado problemas, Toni.
-Sí, es buen tipo, pero de lealtad negociable como bien has podido comprobar. Estuvo ayer mismo aquí. Estaba alardeando de unos pocos billetes jugando unas buenas partidas de billar, al cabo de media hora apareció un tipo misterioso que únicamente se tomó la molestia de sentarse, fumar un puro, tomar una soda y marcharse a los 10 minutos.
-¿A dónde quieres ir a parar, Toni?
-A que el misterioso tipo era un corrieri de los Tattaglia, y vi perfectamente cómo se acercaba a Giovanni y éste le dio la servilleta de su copa.
-¡Maldita sea! No me digas que… -mi cara pasó de una exclamación a la de intriga: -¿cómo sabías que era un corrieri?
-Un tipo de confianza le reconoció a pesar de ir bien tapado, ¡y no te diré mi fuente, ya los sabes! –me puso una mano en el hombro- Lo siento amigo mío… tú y Enrico estabais vendidos.
-¡Dame el teléfono, rápido!

En cuanto Toni me pasó el teléfono mis dedos volaron por encima y me puse en contacto con Don Fabrizzio. En apenas 10 minutos aparecieron 15 muchachos bien fornidos y armados acompañados de mi buen amigo don Daniele. Enseguida nos pusimos en marcha y volvimos al callejón de aquel tugurio maldito…

-¿estás seguro de que es el mismo portero?
-Sí, Daniele, reconocería esa cara de estúpido en cualquier parte. Hagámoslo rápido, demosles una lección.

Cuando nos acercamos al local, comenzaron una serie de sucesos que encadenados dieron lugar a lo que hoy día se llama la “Vendetta Rosso”. Nunca antes se había dado una carnicería como la de aquel día por tan poco. Unos consideran que fue un precio muy alto a pagar por una simple vendetta, otros consideran que fue un precio bajo para la vida de un buen amigo.

Al acercarnos al local salía por la puerta de atrás una de las chicas y allí vimos al portero de lealtad negociable, en el momento en que nos vio acercarnos cerró la puerta metiéndose dentro; por suerte llevábamos un soplete para estas ocasiones, el mismo que íbamos a usar Enrico y yo para abrir la caja fuerte.
Mientras dejábamos a los hermanos Rialto trabajando en la puerta de atrás el resto fuimos por la puerta principal; acribillamos a tiros al otro portero allí mismo, en la calle, sin discreción ninguna y entramos con decisión: nos estaban esperando y ya nos llovió una ráfaga de tiros nada más entrar, las chicas salieron corriendo por donde pudieron, los matones de un lado y del otro se refugiaban volcando las grandes mesas redondas o tras las columnatas. En aquellos momentos no paraba de sonar aquella música en mi cabeza, de piano, tranquila… todo se ralentizó, apenas 10 minutos que fueron una eternidad para mí mientras disparábamos. En aquel momento entró en el local una banda rival con un ejército de hombres y de pronto nos vimos acorralados entre los Tattaglia y otra banda que yo no conocía pero eran muy numerosos; nos cubrimos como pudimos parapetándonos detrás de la barra, y aprovechamos las botellas de licor que aún no habían sido requisadas por la Ley Seca para hacer unos cócteles explosivos para mantener a ralla a los Tattaglia. El incendio en la parte central del local sobre la moqueta hizo que se movieran ambos bandos rivales mientras nosotros manteníamos la posición, lo siento por las plantas decorativas del centro, pero no me quedó más remedio que verlas arder.
Cuando conseguimos herir en el hombro al portero objetivo vimos aparecer por detrás suyo a los hermanos Rialto con el soplete apuntando, lo cual hizo que se despreocuparan por lo tenían delante, y así conseguí acercarme lo suficiente para meterle un tiro al dueño del local en la piena, lo que hizo que soltara el arma; al mismo tiempo don Daniele y sus muchachos consiguieron, en un alarde de estrategia, humillar a la banda rival que tan arrolladoramente había entrado por la puera principal sin cubrirse las espaldas, eso.. y una llamadita para conseguir refuerzos: una banda nuestra que operaba clandestinamente en ese barrio llegó justo a tiempo para detener a esos matones rivales, que por supuesto se llevaron a mantener una charla amistosa en algún oscuro callejón no muy lejos de allí.
Cuando me acerqué al dueño del local mientras se sujetaba la herida de la pierna mantuvimos una pequeña charla:

-¿Qué quieres, cerdo italiano?
-Venganza. Tu portero Giovanni es un traidor, estuvo a punto de venderte a ti y me vendió a mi.
-¿Cómo?
-Sí, Giovanni fue visto en un local gastándose mis billetes hasta que llegó un corrieri y le ofreció más… Ese sólo debe lealtad a quien más le pague…
-¿Pero por qué querías entrar en mi local? ¡Nunca me he acercado por tu barrio!
-Tú no. Pero uno de tus chicos tuvo la equivocación de reclutar a la chica equivocada: la dulce María… mi primo Enrico iba a pedirle su mano en matrimonio la semana próxima… -entre bastidores, oculta tras la columna una chica contuvo un sollozo y se puso la mano en la boca para ocultar un grito de profunda angustia-
-¡Mierda! Yo no lo sabía, te lo prometo. ¿Qué quieres?
-Venganza. –y en ese momento me giré, y apunté con mi Beretta del calibre 0.34 al portero. Una bala. Un muerto. Así funcionan las cosas.

Cuando volví a la realidad miré el espectáculo dantesco que dejábamos allí: columnas destrozadas, mesas convertidas en astillas, un incendio en la moqueta, botellas de vinos y licores derramados y rotas formaban una horrible mancha de color vino tinto en el suelo del bar… o se salvó ni el piano. Docenas de personas muertas, cadáveres por todos lados… el recuento final de cadáveres fue de 67, de los cuales 3 eran de los míos, el resto eran todos del personal del local. Fue una masacre sin siquiera pretenderlo….
Un precio alto por una venganza, o un precio muy bajo por una vida.

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