sábado, 10 de marzo de 2012

Hijo de la Mafia

Esta historia comienza como muchas otras suelen hacerlo: por una dama.

Era el año 1954, el barrio donde crecí se había llenado de chavales que buscaban su lugar en la sociedad, y la sociedad se empeñaba en apartar a esos chavales de la escuela para darles un lugar en los negocios callejeros ganándose su “respeto”. Las madres no podían respirar tranquilas porque había veces que se perdían sus chavales durante varios días seguidos hasta que aparecían en casa con la ropa destrozada, algún ojo hinchado, contusiones por todo el cuerpo, y la mayor parte de las ocasiones todo a la vez, o lo que es peor, aparecían tirados en algún callejón junto a un contenedor de basura y unos pocos dólares.

Un día apareció en mi puerta la causa de que me encuentre en este estado: una dama, y no hablo de una dama cualquiera, sino de una dama elegante, bien vestida, joven, de unos 26 años, con un imponente atractivo que magnetizaba a cualquiera, aunque sus buenas maneras y su astucia eran armas suficientes para no tener que recurrir a su cuerpo como arma. Esta dama, era peligrosa, no en el sentido de violencia, sino por sus contactos: aunque creció en el mismo barrio que yo, siempre tuvo más suerte, además de ser más lista, así que además de tener una inteligencia que suele poner nerviosos a la mayor parte de sus congéneres, tuvo la suerte de ennoviarse con un prometedor jefe de negocios local, que acabó siendo una mano derecha de la mafia local, sin embargo no es temida sino querida y respetada porque sus acciones son muy diplomáticas y suelen evitar derramamientos de sangre innecesarios. Y esa dama ahora está en mi puerta, esperando a ser atendida.

-Pase.
Cuando se abrió la puerta, mis pupilas se abrieron también -estaba preciosa-
-Hola George.
-Hola Lucy, mucho tiempo sin verte. No creí que volvería a verte después de dejarme en este estado. -fuimos algo hace mucho tiempo, pero prefirió cambiar su suerte-
-Sabes que te echo mucho de menos, de verdad. Lo nuestro nunca lo olvidaré. Pero sabes que no estoy aquí por eso, querido.
-Lo sé. Tu retoño ha desaparecido. Y quieres que yo lo encuentre.- George O'Mally, alcohólico anónimo, el favorito del público y el mejor detective privado de la ciudad.
-Las noticias vuelan. Lo sabe toda la la mafia. Están buscándolo para chantajearnos, y lo sabes. Si lo encuentran estamos perdidos mi familia.. y el barrio entero. La balanza se desequilibraría y entonces no podría proteger a nadie de nuestro barrio.
-Ya. Y de entre todos los detectives privados de la ciudad, la policía y medio cuerpo de vagabundos callejeros tenías que escogerme a mí. ¿Por qué? -oh, lo sabía muy bien. Soy el mejor en lo que hago. Soy su última esperanza. Ella tiene comprado al cuerpo de policía entero, literalmente, pero no son ni de lejos tan buenos como yo. Solo quería oírlo de sus labios, quería oirla rogar, que me dijera “por favor” una vez más.
-Por favor George -ese tono dulce que emplea con todo el mundo es ineficaz en mi, pero esta vez me puso los pelos de punta-. Sabes que eres el mejor, no dejes que encuentren a mi Tony. No puedo vivir sin él. El cuerpo de policía no son más que para levantar la perdiz. Tú eres el único que de verdad puede ayudarme. Te daré todo lo que desees.
Cuando dijo aquello solo pude pensar en una cosa: una canción, un local, y un baile. Deseé que volviera a suceder. De aquella manera nos conocimos en el “Gato de Schröedinger”, bailando mientras Sinatra sonaba con su versión de “Fly me to the moon” y acabamos besándonos con “Killing me softly”.

Tras unos breves instantes de ensoñaciones pude recuperar el habla, y mientras sacaba la compañera de ron del cajón le dije:
-Está bien Lucy. Por los viejos tiempos. Te ayudaré, pero después te diré lo que quiero.
-Siempre haces lo mismo, George. Como si no te conociera. Estaremos en contacto, tengo que irme.
El bamboleo de sus piernas al abandonar mi despacho me dejó con la cabeza en blanco: ese era el problema: que siempre me quedaba en blanco con ella. Nunca sabía responderle en el momento apropiado.

Cuando me repuse de lo que acababa de suceder me puse la chaqueta, dejé la botella de lado y salí. No tenía ni idea de por donde empezar, pero prometí ayudarla.

Estuve toda la tarde paseando por el barrio, haciendo preguntas, algunas un poco descorteses, pero necesarias, me llevé algún naranjazo en la cabeza, pero pude averiguar que el rastro empezaba en la casa y terminaba en algún lugar del puerto, así que me acerqué a los muelles, y allí me encontraba: en plena noche, lloviendo, y vigilando un único almacén donde sabía que nunca aguardaba nada bueno a los que osaban entrar allí. Así que me armé de valor y me acerqué por un lateral: el sitio estaba bien protegido, muchos matones con bate de beisbol, muchos estibadores con ganchos, aquello no pintaba nada bien...

Tras un rato dando vueltas sin ser visto, encontré un hueco en la pared por el que pude ver... ¡allí estaba el jefe de los Tattaglia! Era el mayor rival de Lucy, un tipo grande, y tan despiadado como gordo. Aquel tipo no sólo pretendía derrotar a Lucy sino devorar la ciudad. Estaba reunido con sus hombres, y aunque no pude oir nada, sé que tramaban algo para dar un golpe. No pude ver mucho por allí, así que decidí buscar una puerta por la que colarme, y hubo suerte: un par de estibadores vigías estaban fumando un poco alejados de la puerta y pude abrirla, así que me metí dentro con más miedo en los pantalones que valor en las venas; al entrar me metí en una pequeña sala con más puertas, así que con mucho cuidado me puse a registrar por si encontraba algo; tras un rato de deambular pude encontrar un despacho con muchos papeles, pero de repente oí pasos acercándose y tuve miedo, de modo que tuve que agacharme detrás de la mesa y rezar; cuando entraron me di tal susto que pegué un respingo y golpee la cabeza contra la mesa:

-Ouch!
-¿Qué fue eso?¡¿Quién anda ahí?!
Aquella escena no duraría más de unos segundos pero para mi duró una eternidad: cuando el matón se acercó a la mesa, la volqué, no sé cómo, y le cayó encima de un pie, con lo que pude arrearle un buen puñetazo y dejarlo inconsciente. Fue tal el puñetazo que creí que me había roto la mano. Esperé unos segundos para ver si alguien más estaba alertado, pero por suerte pude salir de allí y meterme en otro despacho, más papeles, papelera llena, caja fuerte cerrada... nada.

Tras mucho deambular, por fin encontré algo: una foto... ¡era el retoño! No sabía donde había sido tomada aquella foto, pero una cosa era segura: estaba en manos de los Tattaglia, y pretendían usarlo y dar el golpe de todas formas... era muy probable que lo mataran igualmente. No podía permitir aquello, sería un retoño de la mafia, pero era el hijo de Lucy.

-Alto! ¡¿Quién es usted?! -tras la voz se oyó el amartillar de un revolver: conocía aquel sonido, era el característico de una magnum .357... estaba perdido.
-Dese la vuelta muy despacio.



...continuará.

1 comentario:

dakisen dijo...

No tiene mala pinta chaval, como siempre picando mi curiosidad...y essta vez con el genero negro nada menos. Tan solo debes corregir dos pequeños errores ortográficos, pq el jefe de los Tattaglia no creo q sea un aquello sino un aquel y la mesa la vuelca encima de un matón pero sera cuando "un" o "el" matón se acercó a la mesa. Lo demás Ok.