domingo, 18 de marzo de 2012

Hijo de la Mafia - Parte III

Al día siguiente me desperté y me puse a registrar de nuevo, y encontré tres cosas que no deberían estar allí: un sobre sin remite -como siempre-, un pelo largo color caoba -de mujer pero desconocida para mí- y una ¿taza de café recién hecha?

-¿Hola? -asumí que si alguien había tenido la amabilidad de preparar un taza de café o bien era un amigo o bien era un ladrón muy educado, y a pesar de los pocos amigos que me quedan me decanté por esa opción.
-Creo que has tenido visita ayer... -su voz era como un analgésico para mi, era mi bella y dulce secretaria Martha, una joven preciosa, apenas 22 años, morena, inteligente, sagaz, no se le escapa ni una, borde por naturaleza pero la persona más tierna y con más paciencia del mundo cuando todos va mal. No sé cómo me aguanta.
-¿De veras? ¿Cómo te has dado cuenta?
-Pues no por el desorden habitual, desde luego, sino porque a alguien se le olvidó la herramienta con la que forzó la puerta, algo que tú no usas jamás.
-¿La cuchilla de afeitar?
-No me asombra tu falta de inteligencia, pero al menos no te pongas en evidencia... Era una pinza para el pelo. La debió de perder sin darse cuenta. Lástima que no tenga ningún emblema familiar o algo así.
-Dame eso, yo lo guardaré.
-¿Echas algo en falta? -me alargó la mano con la taza de café y la botella de "desinfectante", aquellas gotitas de ron que siempre le echaba para darle un poco de consistencia a aquel agua sucia llamada café.
-Gracias Martha... No, la verdad es que no vi que me faltara nada, pero esta mañana me he encontrado un pelo color caoba y un sobre cerrado. El pelo es lo de menos, a estas alturas sea quien sea ya se habrá cambiado el color, y el sobre, no creo que me diga mucho.

Cuando Martha abrió el sobre nos llevamos una buena sorpresa: era la foto que había visto en el almacén del puerto. Saben que estuve allí, ellos saben que yo la vi, y quieren que lo busque. Lucy tenía razón, la quieren chantajear, pero ¿por qué yo? ¿por qué me la entregan a mí? ¿se trata de algo personal para hacernos sufrir a los dos?
-¿Quién es este bebé? -dijo Martha con una mirada que sugería que mis fechorías nocturnas habían tenido este final-
-Es el hijo de Lucy...
-¿En serio? -dijo abriendo los ojos- ¿Qué me he perdido, jefe?
-Ayer vino Lucy a contratar nuestros servicios, yo no quería, pero no puedo rechazar el caso, es algo personal y puede que incluso me devuelva la cordura para volver a ser lo que era...
-Sí, claro, sigue soñando... -dijo Martha con un tono sarcástico y a la vez dubitativo. Ella tenía confianza en mí, siempre estaba ahí para no dejar que me hundiera del todo, tenía esperanza en que algún día volvería a ser el hombre que fuí.-
-Ese pequeñín es su hijo, y lo tienen los Tattaglia. -Le conté lo del almacén y de mi amigo McArthur.
-Por fin buenas noticias. Déjame ver la foto. -le tendí la foto y ella se puso a examinarla detenidamente- Sé quién te puede ayudar con la foto, tengo un amigo aficionado y tal vez te pueda decir algo.
-Martha, cada día me sorprendes con algo nuevo, ¿hay alguien en esta ciudad a quien no conozcas? -tenía más contactos que yo, le debo la mitad de mis casos a ella-

Cuando terminé mi café me llevó hasta una tienda de comestibles en la calle 57, cuyo dependiente era un aficionado a la fotografía y gracias a él descubrí que la foto había sido echa con un modelo muy concreto de cámara ya que siempre dejaban una marca en las fotos, un rastro difcil de seguir pero no imposible, y por lo visto tales cámaras son tan caras que apenas unos pocos en la ciudad se pueden permitir tener una de esas.

Después nos fuimos a un café a tomar un desayuno en condiciones, Martha volvió al despacho y yo me fui a ver a uno de mis contactos a un par de calles de allí: el pequeño Timmy, un muchacho de apenas 12 años, lo más desgraciado que he visto nunca: vive de orfanato en orfanato, no tiene apenas ni para comer al día, pasa frío en la calle vendiendo periódicos, pero es muy querido por muchos y todos los negocios locales se portan bien con él, para mi sus ojos ven más información valiosa de lo que me pueda decir un periódico.
-Hola, Timmy -le alcancé una moneda de un dólar-
-¡Hola señor! ¿Cómo se encuentra?
-Bien, gracias muchacho. ¿Qué has visto hoy?
-He vuelto a ver a esos tipos del abrigo marrón que me dijo, vinieron a ese edificio con bolsas llenas de comida, lo sé porque a uno de ellos se le cayó una bolsa y se derramó toda la leche por la calle, una media hora más tarde volvió con más bolsas. Luego un tipo grande y gordo, con un cigarro, y otro abrigo márrón se metió en el edificio, pero no le vi salir hasta la medianoche.
-Gracias Timmy, hoy come bien, ¿de acuerdo? -le alcancé otros dos dólares-
-¡Gracias Señor! Es usted muy amable, Señor.
-George, me llamo George.
-¡Gracias, Señor George! -me eché a reir-
-George, solo George. Cuidate Timmy. Estate pendiente de esos tipos, si vuelves a verlos dejame una nota donde siempre.

Volví caminando hasta el despacho ya que no sabía qué otra cosa podía hacer, el edifcio que me señaló Timmy no me decía nada especial, pero si entraron allí con tanta comida podía ser que tuvieran allí al retoño de Lucy, o simplemente ese era el lugar donde cocinaban, después de todo había un restaurante italiano en la base del edificio.

La pinza para el pelo no me iba a decir nada nuevo, era demasiado común y el pelo color caoba podría estar ya de cualquier otro color, así que no me quedaba otra que esperar a que fuera de noche para regresar al edificio de la calle 57, y mientras tanto, regresé al local de Sam.
-Hola Sam
-Hola George, ¿no es muy pronto para empezar?
-No Sam, tranquilo, solo es que no tengo otro sitio donde ir, y no tengo ganas de volver a mi despacho: ayer entraron en él
-Vaya, ¿te robaron algo?
-No, solo me dejaron un sobre con una fotografía -le tendí la foto sólo por si acaso nunca se sabe quién te puede dar información-
-mmmm ¿de quién es el hijo?
-Es el retoño de Lucy. No es mío.
-Prefiero no preguntar, George. -Estaba inspeccionando la fotografía igual que lo hizo el chico de la tienda de comestibles, el amigo de Martha-
-¿Entiendes de fotografía Sam?
-¿mmm? Sí, un poco. Esas fotos de la pared no están ahí por arte de magia.
Estuvo un rato mirando la fotografía y mirando las de la pared de enfrente, hasta que cogió una foto y me la enseñó:
-George, ¿recuerdas esta foto? -era una foto de Lucy cuando estábamos saliendo juntos, ella estaba cantando en el escenario, radiante, con un vestido de perlas que atraía la mirada de todo el mundo-
-Sí, ¿por qué?
-Ambas fotos fueron tomadas con la misma cámara, mira la marca...
-¡¿Cómo?!¿Qué has dicho?

continuará...

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